domingo, 14 de febrero de 2010

Ingrata Existencia

( Fondo Sonoro Opcional )




Me ha segado el egocentrismo disfrazado de razón, ¡ que idiota e sido!

Te e despreciado de la manera mas infrahumana posible, tu dedicación a mi trasciende el amor terrenal que el raciocinio evolutivo nos a heredado.

Esperas mi presencia tendida a mis pies, repasas mi ser paciente ante mi ingrata indiferencia.

Tiendes tu calida mano en mi cabeza tratando de aliviar mi lamento interior, descansas en mi regazo cuando el dolor a consumido mi razón hasta la inconciencia.

Comprendes mi inmadura manera de comprenderte, toleras mi blasfemia constante hacia tu divina presencia.

No odias, no ríes, no maldices al que trata te hiere. Sabes que conciente o inconcientemente regresare derrotado a tus terrenos.

Ahora comprendo que nunca debí negar tu amor incondicional, mi amada, mi paciente, mi tolerante soledad.

¡ Que idiota e sido al relacionarte con la ausencia ! nunca me sentí tan lleno como cuando por fin comprendí tu misteriosa praxis, intentaste resanar las grietas en mi alma, esta alma auto flagelada y corrompida bajo su propio consentimiento. Permití las ofensas e inclemencias del prójimo, pero me defendí de tu reflexivo apoyo.

Me haz brutalizado sin la menor expresión de misericordia, pero tu puño jamás fue impulsado por la ira, no conoces las obsoletas complicaciones humanas, la justicia marca tu código existencial, amas profundamente al que recibe tu enérgico ataque, deseando verlo sonreír ante tu incuestionable autoridad universal.

Eres mi dios y mi diablo moldeando el destino que tambaléate trato de enderezar, eres el aire que inunda mis venas, el agua que satisface cada célula de mi ser, el impulso eléctrico que mueve mis mas sublimes y mis mas perversas acciones.

A ti vuelvo y se que aun cuando la compañía externa nos separe temporalmente, sabrás que ahora entiendo que imaginar mi vida sin ti me hará tan idiota como el que quiere derrotar a la muerte con pensamientos positivos, como el que espera que las mareas saladas provenientes del supremo iris drenen el rencor acumulado, como el que camina a media noche por el desierto sintiéndose completamente solo.