Como algunos de ustedes sabrán soy un adicto a coleccionar revistas de batería ( por obvias razones ) de las que compro: Modern Drummer, DRUM! y Batería Total ( esta con algunos artículos traducidos de
El secreto esta en la mente
Hace unos siete años tuve la oportunidad de ver tocar a Elvin Jones con su quinteto en un club de jazz de St. Paul ( Minnesota, EE.UU. ). Fue una actuación que reafirmo mi fe en la belleza y la bondad que encierra el mundo.
La noche comenzó mal. Estaba que Elvin apareciera a las nueve de la noche, peor no fue hasta las diez y cuarto cuando este baterista ( en 2001 contaba setenta y cuatro años ( Nota: murió en el 2004 ) ) salio al escenario caminando despacio. Me chocó lo cansado y viejo que parecía. Por alguna razón, hasta aquel momento nunca se me había ocurrido que las leyendas envejecieran.
Me sentí triste. Y también me sentí culpable. Había llevado a un colega baterista que no conocía el trabajo de Elvin. El precio era un poco excesivo y, francamente, Elvin no parecía capaz de tocar al nivel que yo había prometido. Para mi no era una perdida; yo llevaba años esperando para ver al mejor baterista de la historia. Pero estaba preocupado por mi amigo, que tenia que levantarse pronto para ir a trabajar al día siguiente.
Mis temores crecieron cuando Elvin agarro el micrófono para presentar a la banda y las canciones que iban a tocar y se había olvidado totalmente el nombre de una de las canciones. Su voz era temblorosa y escasamente audible. Después de las presentaciones, se dirigió a la batería ( con un poco de ayuda ), se sentó y empezó a tocar.
Hay momentos en la vida que se te quedan grabados. Momentos de una claridad muy profunda en los que verdadera, aunque brevemente, entiendes la naturaleza fundamental de la existencia. Un primer beso, el nacimiento de un niño, un rayo de luz que ilumina el cielo de una manera perfecta… Elvin Jones levantando las baquetas para dejarlas caer sobre los tambores. Para mí, siempre será uno de esos momentos.
Comenzó con un sencillo relleno: Solo unas notas de anacrusa para empezar. La banda comenzó a tocar y la música cobro intensidad. Elvin sonreía satisfecho. Era el eterno joven. De su batería salían montones de sonidos. Había una extraña lógica interior en lo que tocaba. Los tiempos fluctuaban, pero permanecían constantes. Las medidas se tornaban irrelevantes, pero estaban siempre ahí. Ligereza y peso, circularidad y linealidad existían simultáneamente. Los tambores tronaban y susurraban alternativamente. Los platos estallaban y luego gemían.
El resto de la banda seguía lo que hacia Elvin, entrando y saliendo de sus ritmos, apuntando primero a una dirección y luego, rápidamente, dirigiéndose a otra. La música trascendía a la notación; los músicos tocaban en el terreno de la pura emoción. Empecé a sonreír, luego mire a mi alrededor. Estaba claro que toda la gente que había en aquella sala, incluido mi amigo, estaba tan embelesada como yo.
Los noventa minutos siguientes pasaron en segundos, pero permanecerán conmigo para siempre. El arte de Elvin, su pasión y su genialidad trascendían a cualquier flaqueza física. Sus conocimientos salían a raudales con belleza y coraje. Dio la bienvenida a su mundo a una sala llena de extraños y compartió con ellos la esencia de su alma. Creo una intimidad inmediata y eterna, y todos los que estábamos allí, respondimos claramente a su llamada. Al final del concierto, la gente se quedo de pie gritando. Habíamos compartido una epifanía. El tiempo se detuvo.
El 11 de septiembre de 2001, el tiempo también se detuvo. Junto con el resto del mundo, observe con horror como el Pentágono y el World Trade Center eran atacados por unos aviones secuestrados y llenos de ciudadanos inocentes. En los días posteriores a la tragedia, todos luchamos por hacer que aquella locura cobrara sentido y comprender la gravedad de la situación. Durante días estuve siguiendo las informaciones conforme se desarrollaba la historia. Y luego, el cuarto día, apague la tele, encendí el estéreo y escuche a Elvin Jones tocando la batería. Escuché A Love Supreme ( Impulse! 1964 ) de John Coltrane. Escuché Ascension ( Impulse!, 1965 ). Escuché Unity ( Blue Note, 1965 ) de Larry Young, A Night At The Village Vanguard ( Blue note, 1957 ) de Sonny Rollins y Ask The Ages ( Axiom, 1991 ) de Sonny Sharrock. Mi mente retrocedo a aquella noche en
Durante los días siguientes escuche a Elvin todo lo que pude. Sentía una necesidad insaciable de oír a la majestad de la batería hecha santa. No lo escuchaba para evitar la situación; no habían forma posible de hacerlo. No lo escuchaba por miedo a la incertidumbre, ni por odio ni por malicia. No sentía nada de eso. Todo lo contrario, o escuchaba con pena y con dolor. Escuchaba con amor y asombro por la belleza de lo que somos capaces de hacer. Y por ultimo, escuchaba por una sencilla razón: si el mal esta representado por la destrucción, seguramente al revés también debe de ser la verdad. El bien, y por supuesto el bien mas verdadero, está personificado por el acto de la creación.
Esto es lo que la música puede hacer. El momento de la creación… del descubrimiento… de la inspiración que convierte lo ordinario en extraordinario, es esencia de la música tocada de forma entusiasta. Elvin Jones convierte los tambores y los platos en truenos y relámpagos, lluvia torrencial y rayos de sol, la calma y la tormenta se fundían en una. Hacer esto delante de un publico es un acto íntimo de amor. No había extraños en aquel club de St. Paul. No existían los conflictos ni la rivalidad ni la ira. Sólo había una comunidad de creyentes musicales honrando lo sagrado del sonido y el sacerdocio de Elvin Jones.
Cuando comencemos a recomponer nuestras vidas y a restablecer nuestras rutinas diarias, recuerda esto:
Durante las ultimas semanas e estado escuchando muchas cosas mas, no solo a Elvin. También he escuchado a Bob Dylan, Fela Kuti, Miles Davis, Charles Mingus y Nustra Fateh Ali Khan. Me he purificado con el Damaged ( SST, 1981 ) de Black Flag y con The Velvet Underground & Nico ( Verve, 1967 ). He escuchado el silencio de Monk y el sonido compacto de Cecil Taylor. Y lo que quizá sea lo más importante de todo, me he reunido con mis amigos y he tocado la batería. Creo que eso es lo que todos nosotros debemos hacer. Dona sangre, por supuesto. Dona dinero si puedes. Dona tu tiempo y tu energía. Pero no te olvides de donar también tu talento. Los músicos somos contadores de cuentos, los historiadores orales de los tiempos modernos. Tenemos la capacidad de comunicar un mensaje diferente para reformular la historia y volver a explicarla como propia.
Yo les pido s todos: Salgan y creen el sonido sagrado. Agarren las baquetas, respiren y toquen la batería. Generen esa intimidad, esa libertad y esa comunidad. Ese será su regalo especial al mundo. Tienen el poder de curar.